Por una ciudad amable para el peatón
Louis Kopec
15 de diciembre de 2014
Louis Kopec, arquitecto que trabajó junto a Salmona en la Recuperación de la Avenida Jiménez - Eje Ambiental, narra sus memorias sobre el proyecto.
Así como la plegaria clama por darle a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, no estaría de más que de vez en cuando clamara por darle a la naturaleza lo que es de la naturaleza. Es de la naturaleza ese gran territorio que se extiende entre el Señor Caído de Monserrate y la intersección de la Jiménez con Séptima, sólo que ha sido usurpado por una planificación urbana que en su afán depredador no tiene en cuenta la importancia de las raíces. Quien haya asistido un viernes a las seis de la tarde a cualquier esquina de esta zona, comprenderá la urgencia de encauzar hacia otro ordenamiento su actual disposición geográfica. El tumulto de vehículos que casi anula el flujo del tránsito, el ruido continuo que alimenta las larvas de estrés, se ofrecen como razones de peso para desear que algo diferente pasara. A eso dedican sus actuales jornadas de trabajo los arquitectos Luis Kopec y Rogelio Salmona. Ellos han visualizado la posibilidad de provocar en el centro de Bogotá cambios de fondo que devendrán a su vez motivos de transformación en la intimidad de sus habitantes. Rescatar todos los espacios llenos de significados pero perdidos en la dispersión y reunirlos por medio de un gran parque metropolitano, que por demás ya existe, es la botella lanzada al mar por estos dos obreros de la arquitectura con un mensaje en su interior enviado en nombre de todos a quienes tienen en sus manos los medios para que el naufragio no sea letal. En los párrafos que siguen Luis Kopec nos descifra algunas claves de ese mensaje. ¿Cuál es el lugar? Una superficie de 177.944 hectáreas, 2.650 metros sobre el nivel del mar y a los pies de los cerros Monserrate y Guadalupe. ¿Cuál es el objeto? Olvidadas nostalgias de don Jiménez de Quesada. Sobre una colina de la que hoy forman parte la Plaza del Chorro y la Concordia, una tarde de agosto de 1538, entrevió el melancólico andaluz cierto parecido entre el paisaje del entorno y su Vega de Santafé de Granada.
La vida en guetos
“Digamos en principio que la ciudad es por naturaleza el primer y más importante espacio público y no todo el mundo lo sabe. El habitante suele utilizar la ciudad solamente para desplazarse de la residencia donde duerme a la oficina o fábrica donde trabaja. No le confiere otra función que la de servirle de elemento articulador entre un punto y otro. Ese personaje fundamental que es el ciudadano no ha llegado a comprender el lenguaje de la ciudad, por lo que poco a poco se ha ido encerrando en pequeños guetos, entre otras cosas, apelando al problema de la inseguridad.
Emprender proyectos de recuperación de los espacio públicos no significa maquillar ésta u otra zona para rejuvenecer su imagen externa, sino descender hasta el fondo de los problemas que han restringido esos espacios al mínimo de su verdadera utilidad”.
El agua que trama la ciudad
“Lo que nos proponemos en el centro es recuperar el camino a Monserrate del que, por cierto, muy pocos tienen noticia. El camino a Monserrate es uno de los lugares más bellos de Colombia y se está devastando por la erosión producida, en primer término, por la falta de agua. Allí confluyen el quiebre entre los dos cerros, el valle de Choachí, la vegetación, el río o la quebrada. Es necesario recordar que en Bogotá contábamos con 35 quebradas y las convertimos en tubos y alcantarillas. La misma forma de la Avenida Jiménez reproduce la forma sinuosa de lo que antes fue el río San Francisco. Ese río hace hoy, aunque a escondidas, parte esencial de la trama de la ciudad. Pertenece a la zona no cuadriculada u homogénea con respecto a la actual distribución de calles y carreras. Que no podamos desenterrar el río no quiere decir que nos olvidemos de ese pasado donde el agua era un elemento importante del entorno”.
El Paseo de las cascadas
“El cauce de la quebrada nace tres kilómetros al fondo del cruce entre los cerros, llega al Chorro de Padilla, continúa bajando más o menos limpio hasta un poco antes de la Quinta de Bolívar, donde se vuelve una bocatoma de concreto. Fue en ese punto donde se olvidó que esto era un río. Nuestra idea consiste en construir un canal a lo largo de toda la superficie de la Avenida Jiménez en distintas formas de composición, de 2.50 metros de ancho por 25 o 30 centímetros de profundidad. En ocasiones se aumentará el área de su cauce natural. Aprovechando el declive de la Jiménez, el canal bajará en cascadas cada seis metros, creando un paseo peatonal desde Germania hasta el Parque de los Periodistas, rodeado en su totalidad por palmas de cera. Cuando hablo de cascadas me refiero al agua que cae de una altura de apenas 30 centímetros, pero lo que importa es que cae, se ve. Cuando llega al Parque de los Periodistas, el río se transforma en un lago que mantendrá rodeado el monumento a Bolívar, más los árboles que el mismo parque posee. Como ya estamos a unos 15 metros por debajo de la Quinta de Bolívar, aproximadamente seis o siete pisos, los desniveles permitirán la afluencia de chorros de agua de hasta diez metros de altura sin ayuda de bombas o plantas eléctricas.
Entre el Hotel Continental y la librería Lerner, el cauce se estrecha y a través de un separador más sencillo sólo aparecerá un hilo de agua, que volverá a ensancharse frente a la Plazuela del Rosario. A ese espacio lo bautizamos Plaza de la República. Sobre esa plaza abriremos una gran zona de circulación peatonal que obligará a un tráfico vehicular más lento. De ese modo pretendemos eliminar el gran caos con que allí tropezamos hoy día. El separador se conservará hasta la antigua Buchholz donde nuevamente la calle se reduce y el cauce vuelve a convertirse en un hilo de agua que deberá desembocar en San Victorino”.
Penetración origen-destino
“Si no hemos hablado hasta ahora de impedimentos para el tráfico vehicular, es porque no los hay. Lo que sí hay es una racionalización de la famosa congestión de la Jiménez. Con asesores de transporte y muy a pesar de la Secretaría de Tránsito, hicimos un estudio y llegamos a la conclusión de que todas las calles y carreras del centro se utilizan como vías de penetración, origen-destino. En un momento la Secretaría de Tránsito decidió que la calle 26 debía convertirse en la carrera 3ª y todos sus carriles tenían que penetrar La Candelaria. Al no resultar esta propuesta, el tránsito que bajaba por la 3ª desembocó en una vía como la Jiménez que naturalmente no se encontraba diseñada para recibir ese gran flujo. Al mismo tiempo advertimos en esa zona la existencia de rutas en su mayoría ilegales, así como buses y busetas que utilizaban el espacio público como zonas de estacionamiento, lo que, además de deteriorarlo, contribuye al incremento de la congestión”.
Las terrazas de San Alejo
“La solución a todo este problema radica en encontrar alternativas. De hecho ya existe una que se llama Circunvalar. Una vía muy poco utilizada que además constituye el mejor camino de unión entre el norte y el centro y que con intervenciones muy sencillas en su actual conformación puede ofrecer nuevos puntos de acceso para penetrar en el centro sin interrupciones en su flujo natural.
A todo esto hay que agregar el problema del estacionamiento. Propusimos armar unas terrazas en la parte que hoy ocupan los parqueaderos de la estación del funicular. Con las terrazas de San Alejo, que así se denominan, estamos considerando la posible solución de tres fenómenos importantes. Bajo las terrazas se abrirá un espacio para 1.000 parqueos, que es todo lo que necesitan las universidades, además de nuevas vías de circulación entre estos centros para que el estudiante no se vea obligado a llegar con el carro al aula. Por otro lado, ofrecemos una respuesta al problema de los vendedores del Mercado de las Pulgas, radicado actualmente en un local en la 24 con séptima que, a diferencia de las terrazas, no es un lugar agradable. Y por último, el problema de los puestos de venta que se encuentran a la espalda de la Quinta Bolívar y que serán reubicados en la parte posterior de las terrazas, en condiciones mucho más propicias para realizar su labor. A fin de devolverle a la Quinta de Bolívar su condición de zona de respeto, hemos propuesto alejar de sus límites la Circunvalar, que además está dañando el muro. Aprovechar mejor las zonas verdes que la rodean y cubrirla de una mejor iluminación, lo que por otra parte ayuda al aumento de la seguridad. Debajo de la carrera 3ª, entre la 17 y la 19, planeamos construir un parqueadero subterráneo: un primer nivel dará cabida a 500 carros, con dos niveles abriremos cupo para 1.000. El espacio de la Academia de la Lengua se expandirá a su alrededor y se integrará a lo que entonces sería el nuevo Parque de los Periodistas. Nada de esto impedirá el flujo normal del tráfico a través de la carrera 3ª”.
Una ciudad amable
“Lo primero que reclama este proyecto es que podamos habitar una ciudad caminable, un espacio hermoso que invite a pasear, desde la capilla del Señor Caído de Monserrate hasta San Victorino. No pretendemos con esto olvidarnos del carro, pues sería algo absurdo en plena víspera del siglo XXI. Pero también abogamos por una ciudad amable para el peatón”.